POESÍA,
CON OLOR A TIERRA Y PUEBLO, EN EL UNIVERSO LÍRICO DE JOEL RUIZ PEÑA
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ayo
es el mes más serrano de todos. Me justifico por tamaña e irreverente
afirmación. En mayo el viaje del maíz ha llegado al producto del choclo y con ello,
las humitas, el pepián y la sopa invaden con su aroma los hogares ayabaquinos. El
anís, perfuma los campos verdes de esta tierra y la gente agradece las últimas
aguas que acompañan al crecimiento de las arvejas, el trigo y las habas. En mayo el frío nos exige la multicoloridad
de los ponchos y es el tiempo para el peregrinaje de una virgen andina que
busca la hospitalidad serrana, tan bien dibujada por Juan María Merino Vigil[i]. En mayo, los versos de Florencio de la Sierra
retumban en nuestra mente y henchían el pecho de orgullo al canto de que “…somos
raza ayabaquina/ flor de fuego que al pie del enhiesto Yantuma/ tiene grabada
su gloria/ con un solo grito de sangre[ii]… Nos
sentimos más serranos que nunca.
Así,
que no hay mejor fecha, que esta, para poder presentar algunas ideas, a manera
de comentario amigo, sobre la aparición del libro hermano, transeúnte y
trascedente de Andrés Carrión Cueva; y con el pretexto del mismo, proponer
algunas divagaciones en torno a la lectura, la educación y la publicación
literaria. Vengo para ello, acompañado de las voces de nuestros antecesores
literarios, de la solidaridad de los nuevos creadores, el auxilio de la
investigación y los anhelos de un pueblo. Ahí, donde la mano de uno no alcance,
el brazo solidario del otro, estoy seguro, vendrá en su ayuda.
Cuando
Andrés me pidió que le acompañe en la presentación de su libro el cual ha
intitulado meditativamente como “Más allá del silencio”, me vinieron una serie
de ideas e incertidumbres que pudiera comentar. Pensé que hablar sobre las
construcciones literarias del autor bastarían, pues de por sí, es un trabajo
que logra expresar con claridad los significados y significantes más profundos
y adecuados. Pensé en hablar del poeta, pues la amistad y el trajinar en proyectos
literarios y académicos me ha permitido conocerle cada día un poco más y valorar
su calidad y vitalidad. Pero creo que sería incompleta la reflexión si no se
profundiza, también, en el contexto que rodea a la relación autor-obra. Así que
permítanme, antes de decir cosa alguna sobre Andrés Carrión y su libro,
conversar sobre dos temas que me parecen necesarios. 1) La problemática de la
lectura como actividad importante y 2) la tragedia de la publicación literaria
a la que se enfrentan los creadores.
La lectura, sobra decirlo, es
fundamental para el crecimiento de los pueblos porque es la puerta de ingreso
al conocimiento; y en una era donde el conocimiento es el principal capital, se
convierte en urgente abordar una reflexión en torno a la lectura y la
comprensión lectora; no solo en la escuela, sino también en la comunidad y en
la sociedad. La investigadora argentina, Emilia Ferreiro, propone que tres son
las justificaciones para entender la importancia de la lectura. La primera es
que el mundo contemporáneo exige
niveles cada vez más complejos de alfabetización, de letrerización. La
tecnología demanda lectores capaces de saber buscar, seleccionar y descifrar
información. Segundo, que el mundo laboral requiere procedimientos de acceso a
la información para enfrentarse a los quehaceres en la fábrica, en el negocio, en
la oficina; y ello exige enfrentarse de manera cada vez más compleja a diversos
textos y sus nuevos formatos. Y tercero la democracia misma, como sistema,
exige una mayor cultura de lectura, no puede existir democracia sino hay
niveles avanzados de criticidad producto de la lectura reflexiva[i].
Aquí uso palabras de Enrique Dussel[ii]
a mi conveniencia, si no hay una “potentia” lectora, siempre habrá una “potesta”
abusiva. Desde esa perspectiva las sociedades que más procesos de lectura y
alfabetización desarrollen, usando palabras de Juan Carlos Tedesco, más
condiciones tendrán para enfrentarse a esta era del conocimiento[iii].
Sin
embargo, la realidad dista de tal ideal. No voy a poner énfasis en datos
cuantitativos, sino que haciendo caso a un amigo común con Antoine de Saint-Exupéry, miraré las cualidades por encima del número
frio. Sé que andamos mal en lectura porque las bibliotecas escolares y municipales
están abandonadas, lo sé, porque hace años que no hay presupuestos destinados a
la compra de libros (en ningún nivel de gobierno). Lo sé porque la cultura
lectora de nuestra comunidad es mínima, ¿cuántos habrán leído últimamente un
libro? ¿en la última semana? ¿En el último mes? ¿en el último año? y adelantándome
a otro tema ¿Cuántos habrán comprado últimamente un libro? O ¿regalado un
libro?
Em la escuela,
tampoco estamos haciendo bien las cosas (y digo estamos porque soy maestro y
formo parte de la escuela), nos negamos a transitar hacia nuevas formas y
concepciones epistemológicas de la forma cómo se enseña la lectura y la
escritura. Somos un magisterio con pocas capacidades de lectura desarrolladas y
somos un sistema educativo que se contradice entre el enunciado de una
educación de calidad con la pobreza en el acompañamiento para la revaloración
docente. Con toda esta realidad surgen
una serie de desafíos, desafíos que no abordaré en estas líneas, pero están
latentes para todos aquellos que queramos asumirlos.
Y con
todo, existe la demanda y la aspiración de que las cosas pueden ser mejores, de
que esta realidad pueda cambiar. Es, el pesimismo optimista que nos enseñó José
Carlos Mariátegui[iv].
Existen aun estoicos quiméricos, que contra todo pronóstico escriben, y más aún
contra toda tempestad publican. Publicar un libro en el Perú y siendo mas
exactos en Ayabaca, lo dije hace años comentando la aparición de un libro de
Wilder Jaramillo, es todo un lujo, es robarse así mismo el presupuesto para
imprimir. La recompensa, es esa satisfacción personal, que debe estar sintiendo
Andrés Carrión Cueva en este momento, y es, además, más allá de la banalidad,
la trascendencia de saber que estamos aportando algo a la lectura y que con
ello contribuimos al desarrollo de nuestra tierra.
Andrés
Carrión, hoy nos ofrenda este trabajo que ya no es solo suyo, sino que en
primer lugar lo acogemos como nuestro, las diversas comunidades de las cuales
forma parte el escritor. Es de su familia, por que su familia está presente es
sus versos y tuvo la paciencia de acompañarle en su deseo de escribir y luego
publicar. Es de sus amigos de la AA, pues la fuerza que inspira en la solidaridad
de grupo, es la misma fuerza que se vislumbra en las metáforas que propone en
el libro. Es del Colectivo Cultural Ayawaka, pues la iniciativa latente de su
romance es producto de la conversación permanente, el trato agradable y la
iniciativa ciudadana. Es, del Círculo Literario Letras y Voces ayabaquinas,
pues nos sentimos orgullosos del crecimiento de cada uno de nuestros miembros y
creemos, como lo decía en Anne Marie Hocquenghem, señalando la dualidad andina, que en el equilibrio de la iniciativa
individual y la responsabilidad colectiva está la clave del progreso[v].
Este
libro es también de Ayabaca porque sabemos de su amor a su tierra, a su
patrimonio, a su paisaje y a su tradición.
Este libro, es también, de la comunidad literaria histórica de Ayabaca
pues es un peldaño más en el trajinar lirico que hemos rastreado hasta los
poetas del centenario: Juan Luis Velásquez, Florencio de la Sierra, Juan María Merino
Vigil, es la continuación de las propuestas de Marco Tulio Timoteo Paz, Carlos Rentería
Gil y Gilberto Vegas Núñez. Es una voz más del conjunto de poetas
contemporáneos como Efraín Ríos, Félix Carmen, Orfelinda Calle, Renee Culquicondor,
Jacky Han Ríos, Jorge Córdova, Sandra
Abad, Alfredo Flores, Evelin Salvador, María
Mulatillo, Joel Ruiz, Diego Torres, Ana Gutiérrez, Yeylli Rivera, por solo
señalar representantes líricos.
En la
poesía, Andrés Carrión Cueva, es el ejemplo más eficaz para demostrar que el
amor no se acaba. No hay fecha de caducidad: para sentir con todos los poros el
deseo por una mujer, para imaginar con cada neurona un mundo mejor, para
transformar con cada experiencia al ser humano que somos. En este poemario, (hablando
de su obra; más que del poeta) el hombre nos regala su experiencia vivida,
transformada en versos, estrofas y poemas. Canciones del alma.
El
poeta está enamorado, insiste en sus versos que le den cariño “como lo insiste
un niño/ cuando requiere de amor”. Pero también está agradecido por las cosas
buenas y por aquellas postergadas. Es el caminar diario que va surgiendo
transparente en la escritura. Andrés es un poeta transparente, por ello es que
su poemario más que un trabajo académico, es un trabajo, absolutamente
literario; es, sobre todo, un testimonio de vida.
Y como
testimonio de vida, Andrés es un sujeto polémico y polémica es su poesía; es
romántico y romántica es su poesía; es avezado, como “musico poeta y loco” y
avezada es su poesía. En el reclamo diario por una mejor sociedad, en la búsqueda
del beso de la amada, en la añoranza de su tierra y en sus buenos deseos para
los suyos, el bardo es original y confirma lo manifestado por el español
Gabriel Celaya[vi],
que cree que “la poesía es un arma cargada de futuro”.
Los
que conocemos a Andrés sabemos de su batallar y entendemos que la poesía se
haya convertido en su refugio ideal para trascender. En este refugio encontró
que los hilos de las letras tocan las fibras del alma y con ello se convirtió
en un amante de la poesía. Estoy seguro que la publicación de este libro
constituye u acontecer fundamental en la lírica ayabaquina y de la región Piura
y es más que nada un ejemplo de constancia y sobriedad vital.
Finalmente,
debo decir que el trabajo de Andrés sigue estando incompleto. Y no está
incompleto porque él no haya hecho un esfuerzo gigante por dar lo mejor de sí.
Esta incompleto porque un libro se complementa cuando el autor dialoga con el
lector y el lector es el intermediario con el sujeto que lee. La primera parte ya está, Andrés ha escrito y
luego ha publicado. Ahora nos toca a nosotros leer y comprender los mensajes
puestos en líneas infinitas y versadas cariñosamente. Emilia Ferreiro, de quien
estamos abusando en este comentario, tiene una cita muy hermosa respecto al
libro, ella dice:
“Un libro es un objeto en busca de un lector,
y no puede realizarse como objeto cultural hasta que no encuentra un lector.
Ese lector es muy mal caracterizado cuando se lo define simplemente como un
cliente. Se puede comprar una colección de libros para exhibirlos en la sala de
recepción de la casa o en el estudio profesional. Esos libros siguen siendo
objetos incompletos: bibelots sin intérpretes. El libro se completa cuando
encuentra un lector-intérprete (y se convierte en patrimonio cultural cuando
encuentra una comunidad de lectores-intérpretes)” (Ferreiro, 2007, p. 5)
Agradecer al poeta, por la oportunidad de compartir
estas ideas, de presentar su libro y, sobre todo, de desearle los mejores
éxitos en los demás trabajos que vendrán.
Ayabaca, 09 de mayo de 2024
[i]
Ferreiro, Emilia
(2007) leer y escribir en un mundo cambiante. Conferencia expuesta en las Sesiones
Plenarias del 26 Congreso de la Unión Internacional de Editores.
CINVESTAV-México.
[ii]
Dussel, Enrique (2006). 20
tesis de política. CREFAL, S.XXI, México
[iii]
Tedesco, Juan Carlos (2000). Educar en la sociedad del conocimiento. Buenos
Aires, Fondo de Cultura Económica.
[iv]
Mariátegui, José Carlos (1925). Publicado en Mundial
y posteriormente recogido en El Alma Matinal.
[v]
Hocquenghem, Anne Marie (1999). Para vencer
la muerte. Piura y Tumbes. Raíces en el bosque seco y en la selva alta -Horizontes
en el Pacífico y en la Amazonia CNRS/ IFEA/INCAH, 1999 (2o
edición), Lima.
[vi]
Celaya, Gabriel (1955), poema tomado del libro Cantos Iberos.
Por, Héctor Manolo Gonza Rivera.
Traigo algunas ideas para compartir. Sobre la sabiduría,
la esperanza, la humanidad y el amor. Vengo a conversar con ustedes de un poema. Es
un poema que tiene la experiencia de varios días y la gnosis de varios textos.
No es un poema cualquiera. Es un poema que tiene en cada verso una piedra azul
que va cimentando la casa ideal. Es el poema lúcumo hierático que recuerda el
amor de la madre. Poema amigo, poema hermano, poema padre, poema hijo, poema
maestro, poema estudiante.
El maestro Efraín Ríos nos regala, nuevamente el prodigio
de su pluma en un agradable texto de poesía. Bautiza su reciente obra con el meditativo
título de Nubarrones y lo subtitula, antagónicamente, como “poesía de esperanza”.
Aprovechando para agradecer la oportunidad de poder comentar su renta
literaria, debo manifestar el profundo placer que me ha provocado la lectura de
cuarenta y dos poemas, organizados en tres secciones: los primeros dedicados a
la reflexión humana y metafísica; luego estan aquellos que retratan el amor
otoñal del poeta y cierran un conjunto de reflexiones en prosa, que no dejan de
ser lira en cuanto a sonoridad, musicalidad y propósito trascendental. Permítanme, entonces, animarme al comentario,
siempre respetuoso y de admiración por el excelente trabajo del poeta que se
vuelve, así mismo, un poema perpetuo.
El poeta, en esta oportunidad presenta como centro del lenguaje
una contradicción; entendida, en su potencial dialéctico; de un tema que es tan
antiguo como el hombre mismo y tan contemporáneo como los problemas a la que
nos enfrentamos. Muestra la dicotomía del ser y el no ser, de lo bueno y lo
malo; el amor y el odio, expresados en palabras del filósofo Empédocles; o el Eros y el Thànatos de Freud. El amor y la muerte. Por eso es que desde el
título se muestren dos realidades fenomenológicas contrapuestas pero
complementarias: el nubarrón, que expresa aquel sentimiento de agonía, de
nostalgia y de posible tragedia. De sufrimiento y límite entre la vida y la
muerte. Por el contrario, el subtítulo nos evoca el eros, la vida en su
potencial creativo, el mirar hacia adelante, LA ESPERANZA. Esta contradicción
no es descuido semántico, es en verdad la adecuada síntesis de la obra.
El autor, inicia presentando su poesía asumiéndose, a sí
mismo, como un gran poema, catando como antiguo juglar que “la vida, como nos
viene es un dulce suspiro y el vivir como un dulce suspirar”. En esta vida el
hombre vive, transita, se enamora, desea, sufre, se va y vuelve, y nuevamente,
se va. Es el trashumar permanente del
que vive. Válgame recordar, en esta parte del discurso, el tesoro de las cuatro
verdades del budismo: i) aquello de que toda existencia es sufrimiento; ii) que
el sufrimiento es el resultado del deseo o anhelo; iii) pero luego el fin del
deseo es el fin del sufrimiento y iv) en consecuencia, la supresión del deseo se
consigue mediante el sendero de la meditación y la reflexión. Queriendo o no queriendo,
Nubarrones nos presenta esa misma reflexión. Un poeta que reconoce la
naturaleza del sufrimiento como compañero de la existencia, que va como rio
bravío (en una mirada al espejo) y reclama con toda conciencia que los muertos
que trascienden, en verdad nunca mueren; son estos a los que su voz hay que
temer. Yo agregaría a los que hay saber escuchar). E invita a la tranquilidad
de la sabiduría.
Efraín Ríos, ha logrado conseguir una serenidad propia
del hombre que ha estado en los limites de la vida, su experiencia como
sobreviviente de la pandemia por la COVID-19, aparece vibrante a lo largo de la
obra, esta condición de sobreviviente, de vencedor, le ha dejado suficiente
autoridad para interpretar la vida desde una perspectiva del que esta listo
para irse y al mismo tiempo listo para quedarse. El día de mi viaje dice: “A solas como vine,
/de una vida que es la única que me dieron, /la única que tengo para vivirla
como puedo, /será el único y especial viaje para mí; versa el poeta Ríos y valida lo dicho por Antonio Machado cuando señala
que la poesía «es como la palabra esencial: inquietud, angustia, temor,
resignación, esperanza, impaciencia contada con signos del tiempo y
revelaciones del ser en la conciencia humana»; y que momento no fue más conspicuo
para la creación de poesía como expresión del alma, que cuando la muerte en su
máxima expresión durante el colapso de los sistemas sanitarios, el límite de la
humanidad y el dolor diario por la pérdida de seres queridos. El poeta
convierte la tragedia en himnos, metaforiza la muerte en la imagen de un viejo campanero
al que se le exige notas festivas porque el talan-talán de sus campanas, sólo
anuncian muerte en los nubarrones del corazón.
La otra faceta
del poeta está en el eros otoñal. Se asusta él mismo, que el amor, cual intruso,
llega de súbito para desquiciar los sentimientos. Llegan las marías que luego
no queremos que se vayan. Son las marías que ya no son madres, son sobre todo
mujeres, hembras, cadenciosas figuras que nos atrapan y nos abrogan. Pero el
poeta tiene recursos para liberarse, “y si por un caso piensas retirarte,
(reclama el poeta) / no olvides cerrar la puerta de la calle”. Cierra la puerta
de la calle si te vas. Es dar la libertad para que se vayan, pero es al mismo
tiempo, la construcción de una muralla para que no regresen. De esta forma el
poeta sortea el amor con sabiduría y decisión.
Mas adelante
en su mismo papel de enamorado, en el cántico al eros mencionado líneas arriba,
el autor de nubarrones, se queja, “solamente fue un beso, un beso nada más… fue
fugaz como el viento de otoño… fue un beso nada más. Nostalgia que el vate
redime, pues en un acto de arrebato y justicia, en otro poema, se ufana de que “robó
un beso, luego fueron diez, quizá cien, quizá mil”. El poeta (¿qué puedo decir?),
es un humano y es de humanos caer en las redes del amor. Efraín Ríos es un
poeta humano. Es un poema humano y como tal no está exento de sufrir por amor y
de amar sufriendo.
Solo por el
afán caprichoso de confrontar poetas, veo dos esencias tratando de encontrarse.
Uno es juicioso y sereno con las cosas de la vida. Pero el otro es un romántico
como Bécquer que cantaba aquello del “Cendal flotante de leve bruma, rizada cinta de blanca espuma”.
En este caso, es un poeta que ya no es reflexivo; al contrario, es atrevido,
osado, dispuesto a amar. Ya no está preocupado por los nubarrones sino por la luminosidad
amorosa.
Pero (me corrijo), no son dos poetas. Es un
solo poeta, no tenemos por que separarlos, es el mismo que en su dimensión
filosófica se cuestiona y cuestiona, pero a la vez ama en su dimensión erótica.
Es el mismo poeta que es eros y que es Thánatos al mismo tiempo, y por eso su libro tiene ese mismo
sentimiento. El poema llamado Efraín Ríos es la construcción verso a verso de
reflexiones, sentimientos, sensaciones y pasiones.
Muchas gracias profesor Efraín por haber compartido
con todos nosotros este nuevo trabajo y al público en general siempre el
llamado terco de seguir cultivando la lectura y poco a poco incorporar también la
cultura de la compra de libros. Demás esta decir, que recomiendo la lectura de
este bello regalo de letras versos y vivencias.
Nota adicional.
Estas líneas las escribí a propósito de la invitación
que me hicieran para presentar el libro Nubarrones del escritor serrano Efraín Ríos
Castillo, pero fue además un evento dedicado a la cultura y la promoción de la
lectura. Pude conocer en esta oportunidad al escritor piurano Luis Paul Cardoza
Nizama, del cual en tiempo muy breve pude apreciar su calidad y calidez, propias
del hombre trascendental. Así mismo, escuche los comentarios optimistas de la
Lic. Ivany Cedano Niño, y su llamado a fomentar el turismo como una actividad
sostenible para el desarrollo de la provincia de Ayavaca; finalmente, compartí
con gran placer la presentación de los espacios para la lectura que ha
implementado la casa de estudios superiores Manuel Vegas Castillo, y que
va acorde con la ampliación de su
biblioteca institucional ya que se presentaron dos textos muy importantes: el libro “Leyendas urbanas de Ayavaca” y la
revista “Killari: revista turística y literaria de Ayavaca”, trabajos en los
cuales se reconoce el impulso del docente y escritor Wilder Jaramillo Hualpa. Con todo esto no me queda más que avizorar un
futuro magnífico para las letras ayavaquinas.
POESÍA, CON OLOR A TIERRA Y PUEBLO, EN EL UNIVERSO LÍRICO DE JOEL RUIZ PEÑA