Por, Héctor Manolo Gonza Rivera.
Traigo algunas ideas para compartir. Sobre la sabiduría,
la esperanza, la humanidad y el amor. Vengo a conversar con ustedes de un poema. Es
un poema que tiene la experiencia de varios días y la gnosis de varios textos.
No es un poema cualquiera. Es un poema que tiene en cada verso una piedra azul
que va cimentando la casa ideal. Es el poema lúcumo hierático que recuerda el
amor de la madre. Poema amigo, poema hermano, poema padre, poema hijo, poema
maestro, poema estudiante.
El maestro Efraín Ríos nos regala, nuevamente el prodigio
de su pluma en un agradable texto de poesía. Bautiza su reciente obra con el meditativo
título de Nubarrones y lo subtitula, antagónicamente, como “poesía de esperanza”.
Aprovechando para agradecer la oportunidad de poder comentar su renta
literaria, debo manifestar el profundo placer que me ha provocado la lectura de
cuarenta y dos poemas, organizados en tres secciones: los primeros dedicados a
la reflexión humana y metafísica; luego estan aquellos que retratan el amor
otoñal del poeta y cierran un conjunto de reflexiones en prosa, que no dejan de
ser lira en cuanto a sonoridad, musicalidad y propósito trascendental. Permítanme, entonces, animarme al comentario,
siempre respetuoso y de admiración por el excelente trabajo del poeta que se
vuelve, así mismo, un poema perpetuo.
El poeta, en esta oportunidad presenta como centro del lenguaje
una contradicción; entendida, en su potencial dialéctico; de un tema que es tan
antiguo como el hombre mismo y tan contemporáneo como los problemas a la que
nos enfrentamos. Muestra la dicotomía del ser y el no ser, de lo bueno y lo
malo; el amor y el odio, expresados en palabras del filósofo Empédocles; o el Eros y el Thànatos de Freud. El amor y la muerte. Por eso es que desde el
título se muestren dos realidades fenomenológicas contrapuestas pero
complementarias: el nubarrón, que expresa aquel sentimiento de agonía, de
nostalgia y de posible tragedia. De sufrimiento y límite entre la vida y la
muerte. Por el contrario, el subtítulo nos evoca el eros, la vida en su
potencial creativo, el mirar hacia adelante, LA ESPERANZA. Esta contradicción
no es descuido semántico, es en verdad la adecuada síntesis de la obra.
El autor, inicia presentando su poesía asumiéndose, a sí
mismo, como un gran poema, catando como antiguo juglar que “la vida, como nos
viene es un dulce suspiro y el vivir como un dulce suspirar”. En esta vida el
hombre vive, transita, se enamora, desea, sufre, se va y vuelve, y nuevamente,
se va. Es el trashumar permanente del
que vive. Válgame recordar, en esta parte del discurso, el tesoro de las cuatro
verdades del budismo: i) aquello de que toda existencia es sufrimiento; ii) que
el sufrimiento es el resultado del deseo o anhelo; iii) pero luego el fin del
deseo es el fin del sufrimiento y iv) en consecuencia, la supresión del deseo se
consigue mediante el sendero de la meditación y la reflexión. Queriendo o no queriendo,
Nubarrones nos presenta esa misma reflexión. Un poeta que reconoce la
naturaleza del sufrimiento como compañero de la existencia, que va como rio
bravío (en una mirada al espejo) y reclama con toda conciencia que los muertos
que trascienden, en verdad nunca mueren; son estos a los que su voz hay que
temer. Yo agregaría a los que hay saber escuchar). E invita a la tranquilidad
de la sabiduría.
Efraín Ríos, ha logrado conseguir una serenidad propia
del hombre que ha estado en los limites de la vida, su experiencia como
sobreviviente de la pandemia por la COVID-19, aparece vibrante a lo largo de la
obra, esta condición de sobreviviente, de vencedor, le ha dejado suficiente
autoridad para interpretar la vida desde una perspectiva del que esta listo
para irse y al mismo tiempo listo para quedarse. El día de mi viaje dice: “A solas como vine,
/de una vida que es la única que me dieron, /la única que tengo para vivirla
como puedo, /será el único y especial viaje para mí; versa el poeta Ríos y valida lo dicho por Antonio Machado cuando señala
que la poesía «es como la palabra esencial: inquietud, angustia, temor,
resignación, esperanza, impaciencia contada con signos del tiempo y
revelaciones del ser en la conciencia humana»; y que momento no fue más conspicuo
para la creación de poesía como expresión del alma, que cuando la muerte en su
máxima expresión durante el colapso de los sistemas sanitarios, el límite de la
humanidad y el dolor diario por la pérdida de seres queridos. El poeta
convierte la tragedia en himnos, metaforiza la muerte en la imagen de un viejo campanero
al que se le exige notas festivas porque el talan-talán de sus campanas, sólo
anuncian muerte en los nubarrones del corazón.
La otra faceta
del poeta está en el eros otoñal. Se asusta él mismo, que el amor, cual intruso,
llega de súbito para desquiciar los sentimientos. Llegan las marías que luego
no queremos que se vayan. Son las marías que ya no son madres, son sobre todo
mujeres, hembras, cadenciosas figuras que nos atrapan y nos abrogan. Pero el
poeta tiene recursos para liberarse, “y si por un caso piensas retirarte,
(reclama el poeta) / no olvides cerrar la puerta de la calle”. Cierra la puerta
de la calle si te vas. Es dar la libertad para que se vayan, pero es al mismo
tiempo, la construcción de una muralla para que no regresen. De esta forma el
poeta sortea el amor con sabiduría y decisión.
Mas adelante
en su mismo papel de enamorado, en el cántico al eros mencionado líneas arriba,
el autor de nubarrones, se queja, “solamente fue un beso, un beso nada más… fue
fugaz como el viento de otoño… fue un beso nada más. Nostalgia que el vate
redime, pues en un acto de arrebato y justicia, en otro poema, se ufana de que “robó
un beso, luego fueron diez, quizá cien, quizá mil”. El poeta (¿qué puedo decir?),
es un humano y es de humanos caer en las redes del amor. Efraín Ríos es un
poeta humano. Es un poema humano y como tal no está exento de sufrir por amor y
de amar sufriendo.
Solo por el
afán caprichoso de confrontar poetas, veo dos esencias tratando de encontrarse.
Uno es juicioso y sereno con las cosas de la vida. Pero el otro es un romántico
como Bécquer que cantaba aquello del “Cendal flotante de leve bruma, rizada cinta de blanca espuma”.
En este caso, es un poeta que ya no es reflexivo; al contrario, es atrevido,
osado, dispuesto a amar. Ya no está preocupado por los nubarrones sino por la luminosidad
amorosa.
Pero (me corrijo), no son dos poetas. Es un
solo poeta, no tenemos por que separarlos, es el mismo que en su dimensión
filosófica se cuestiona y cuestiona, pero a la vez ama en su dimensión erótica.
Es el mismo poeta que es eros y que es Thánatos al mismo tiempo, y por eso su libro tiene ese mismo
sentimiento. El poema llamado Efraín Ríos es la construcción verso a verso de
reflexiones, sentimientos, sensaciones y pasiones.
Muchas gracias profesor Efraín por haber compartido
con todos nosotros este nuevo trabajo y al público en general siempre el
llamado terco de seguir cultivando la lectura y poco a poco incorporar también la
cultura de la compra de libros. Demás esta decir, que recomiendo la lectura de
este bello regalo de letras versos y vivencias.
Nota adicional.
Estas líneas las escribí a propósito de la invitación
que me hicieran para presentar el libro Nubarrones del escritor serrano Efraín Ríos
Castillo, pero fue además un evento dedicado a la cultura y la promoción de la
lectura. Pude conocer en esta oportunidad al escritor piurano Luis Paul Cardoza
Nizama, del cual en tiempo muy breve pude apreciar su calidad y calidez, propias
del hombre trascendental. Así mismo, escuche los comentarios optimistas de la
Lic. Ivany Cedano Niño, y su llamado a fomentar el turismo como una actividad
sostenible para el desarrollo de la provincia de Ayavaca; finalmente, compartí
con gran placer la presentación de los espacios para la lectura que ha
implementado la casa de estudios superiores Manuel Vegas Castillo, y que
va acorde con la ampliación de su
biblioteca institucional ya que se presentaron dos textos muy importantes: el libro “Leyendas urbanas de Ayavaca” y la
revista “Killari: revista turística y literaria de Ayavaca”, trabajos en los
cuales se reconoce el impulso del docente y escritor Wilder Jaramillo Hualpa. Con todo esto no me queda más que avizorar un
futuro magnífico para las letras ayavaquinas.
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