Hace algunos años, un grupo de amigos, convocados por Olivares Gonza, participamos de un conversatorio en homenaje a Vallejo, en aquel tiempo elaboré estas lineas en aras de recomendar la lectura de nuestro poeta, y hoy lo comparto con todos ustedes. Aprovecho también para hacer un reconocimiento grande y especial para Wilder Jaramillo Hualpa, ya que el día de ayer, 06 de julio, recibió el premio CIANE- 2018. un abrazo grande y el reconocimiento de nuestro pueblo.
Hoy asistimos a un encuentro que parece atípico,
amigos de diversas opiniones, credos y posturas
nos miramos para reflexionar juntos sobre el papel de la cultura y la
pobre difusión que al respecto existe en
nuestra provincia. Nos juntamos a la vez para rendir homenaje a aquellos que
han persistido en la idea que la cultura
es, en verdad, el alma de los pueblos y un pueblo sin alma es un pueblo que no existe. Se me ha
propuesto compartir con ustedes algunas ideas respecto al más grande poeta que
hemos tenido en el Perú y uno de los poetas más importantes del habla hispana y
del mundo, el vate César Vallejo.
Entonces, me asalta la preocupación ¿qué podría
compartir con ustedes sobre César Vallejo? ¿Qué cosas, que no podríamos encontrar
en una biografía? Más aún cuando muchos de ustedes son amplios admiradores y
conocedores del humano trabajo del poeta. Ya muchos han escrito sobre él y lo
han hecho con genialidad. Por tanto mi participación pasa por sumarme a tales
opiniones, por sugerir si se quiere tal o cual impresión, pero sobre todo, la
de recomendar permanentemente acogernos a la lectura de Vallejo. Y con esa
sugerencia podría concluir todo mi aporte de esta noche.
No obstante aprovechando el tiempo y el entusiasmo
con el que nos hemos congregado quisiera compartir aquellas impresiones que
dejaron en mí los acercamientos con la obra de nuestro poeta. Impresiones que,
vivencialmente, han marcado la propia forma de concebir las cosas y el mundo.
La primera impresión de Vallejo en mi memoria se remonta a los años de
primaria, podría suponer que en ustedes también, fue escuchar por primera vez
el poema “Los Heraldos Negros”. Estoy convencido que son pocos los
peruanos que no hayan escuchado este
poema. Yo pensaba, inocentemente, en aquellos tiempos que los heraldos negros se trataban de alguna flor, como los tulipanes negros, que había
visto algún título de alguna novela. Mi conflicto fue descubrir que los Heraldos
eran aquellos emisarios, en el caso de este poema, que traían el anuncio de la
muerte. Primero fue escuchar el poema, luego fue leer el poema, luego memorizar
el poema (sí, eran los tiempos del memorismo), pero luego fue el ir “haciendo
carne” aquel mensaje apocalíptico extrahumano y a la vez humano, que nos transmitían
las líneas finamente amarradas de aquella construcción.
“Los Heraldos Negros”, fue la obra clave en la vida
literaria de Vallejo, como diría Mariátegui, pudo después no haber escrito nada
más y hubiera sido suficiente para que se consagre como un precursor de una
nueva poesía en el Perú. Sin saber, por aquel entonces, que Mariátegui opinaba
eso de Vallejo, me sentí gratamente
emocionado y contento de aprenderme este poema.
La segunda impresión sobre Vallejo llegó en la
secundaria. Ya no será la noción del poema, surgió la noción de Vallejo como
tal. Siendo honesto no fue buscando a Vallejo que lo encontré, sino en
Mariátegui, en la crítica que este le hace en sus siete ensayos. Además del apego a Mariátegui, fue el aceptar
lo que él, decía de Vallejo; por tanto, fue como si Mariátegui me presentara a
Vallejo. Además de acoger lo que decían de él y de su humanidad, me
impresionaron los poemas ligados a la imagen de un Dios que es hombre. Un Dios
que a veces es malo, que a veces es bueno, un Dios que tiene las
características de un hombre, pero es a la vez divino. Recuerdo por ejemplo los
versos “El suertero que grita la de a mil/ contiene no sé qué fondo de Dios”, o
“Todos mis huesos son ajenos/ yo quizá los robe/ yo vine a darme/ lo que acaso,
estuvo designado para otro/ y pienso que si no hubiera nacido/ otro pobre
tomaría este café/”. El hombre, humanamente pleno, se acusa de estar robando
los huesos de alguien más, la existencia de alguien más. O aquellos dados
eternos en donde se acusa a Dios de no tener Marías que llorar. Para
Mariátegui, Vallejo era lo mejor de la poesía peruana, yo creía eso y lo sigo
creyendo hasta hoy, sin desmerecer grandes aportes de otros poetas.
A partir de ahí Vallejo ha estado presente siempre,
en la política, porque fue militante; en la identidad nacional porque es un
referente; en la soledad porque nos acompaña
sufriendo con nosotros; en el amor porque nos dio el mensaje más grande de amor:
la humanidad. ¿Quién no ha necesitado de Vallejo? No soy bueno escribiendo
poesía, la verdad escribo poco, pero Vallejo es un deleite de lectura. Un
Vallejo que trasciende su identidad particular, Santiago de Chuco, para ir a la
humanidad. Pero no es un ir y no volver, es un irse y seguir estando. Dejar de
ser hombre para volverse colectividad.
En esa búsqueda de Vallejo son impresionantes las biografías sobre él, recuerdo
inclusive algunos manuales con historietas
sobre su vida y obra, en todas resaltando al poeta trashumado, que
predijo su muerte y le contó a todo el
mundo su trágico final, un jueves santo, dijo.
De los muchos capítulos de su vida y de su obra es
difícil decir a quien preferimos, al Vallejo inicial de su nostalgia por su
pueblo, su familia, sus amigos, sus amores; pero a la vez lleno de
trascendencia divina; o al Vallejo militante con la causa de la humanidad,
cuestionando, solidarizándose, amando, en su lucha contra el fascismo, aquel
franquismo demente de ese tiempo de convulsiones y deshumanización.
Relacionado a esta parte de la vida y obra de
Vallejo, puede decirse que ocurre el reciente acercamiento con él. Hace algunos días escuchaba a un joven
recitar un poema que lleva por título “Solía escribir con su dedo grande en el
aire”, algo sobre actuada la declamación (era el estilo del declamador), pero
me impresionó la esencia del poema que
hoy quisiera compartir con ustedes.
SOLÍA ESCRIBIR CON SU DEDO GRANDE EN EL AIRE:
"¡Viban los compañeros! Pedro Rojas»,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y más hombre, Pedro y sus dos muertes.
Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
¡Abisa a todos compañeros pronto!
Palo en el que han colgado su madero,
lo han matado;
¡lo han matado al pie de su dedo grande!
¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!
¡Viban los compañeros
a la cabecera de su aire escrito!
¡Viban con esta b del buitre en las entrañas
de Pedro
y de Rojas, del héroe y del mártir!
Registrándole, muerto, sorprendiéronle
en su cuerpo un gran cuerpo, para
el alma del mundo,
y en la chaqueta una cuchara muerta...
Pedro también solía comer
entre las criaturas de su carne, asear, pintar
la mesa y vivir dulcemente
en representación de todo el mundo.
Y esta
cuchara anduvo en su chaqueta,
despierto o bien cuando dormía, siempre,
cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.
¡Abisa a todos compañeros pronto!
¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para
siempre!
Lo han matado, obligándole a morir
a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquél
que nació muy niñín, mirando al cielo,
y que luego creció, se puso rojo
y luchó con sus células, sus nos, sus todavías,
sus hambres, sus
pedazos.
Lo han matado suavemente
entre el cabello de su mujer, la Juana Vásquez,
a la hora del fuego, al año del balazo
y cuando andaba cerca ya de todo.
Pedro Rojas, así, después de muerto,
se levantó, besó su catafalco ensangrentado,
lloró por España .
y volvió a escribir con el dedo en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas».
Su cadáver estaba lleno de mundo.
(7 Nov
1937)
Me gustó el poema, me gustó oírlo, me gustó la idea
que Vallejo, así como hoy lo recordamos, mucha gente del mundo lo recuerda
también. Un Vallejo que abogó por la humanidad y se convirtió en humanidad
misma como su poema masa. Un Vallejo que está presente y esperamos que esté
presente en las nuevas generaciones. De
ahí nuestra tarea, de seguir promoviendo la lectura de nuestro poeta, de
ahí la idea de seguir recordándolo y de
ahí la razón por la que aun no habiendo tanto más que decir de Vallejo, me haya
animado a comentar y sugerir la lectura interminable de su obra.