Por Héctor
Manolo Gonza Rivera.
Conozco
a Segundo Gamonal Calle (Chalo para los amigos), desde hace varios años y con
él, hemos compartido en el trajín de nuestro trabajo, infinidad de viajes y conversaciones.
Aquí las palabras: viaje y conversación, son una simbiosis de invitación a la
risa y el buen rato. Pues Gamonal tiene el talento del narrador. Así que un viaje de muchas horas se resume en
un transeúnte de relajo, jolgorio, picardía y fantasía. Es Gamonal, un
excelente compañero de viaje y un permanente creador de imágenes e historias.
Fue
precisamente en uno de esos viajes, que un maestro de escuela (lo recuerdo con
una nitidez casi fotográfica), nos contó la historia del niño que se ponía de color
azul cuando sus emociones eran alteradas, esto debido a un problema del corazón
y nos contó también de su temprana muerte y la huella que dejó en el grupo de compañeros,
docentes y comunidad; poniendo énfasis en lección de cuan poco estamos
preparados como escuela para atender a la diversidad y en contraste lo gratificante
que es ganarse el corazón de estos niños.
Fui testigo presencial de como Segundo con un brillo creador en sus ojos
dijo: “voy a escribir de esta historia”. Gamonal echó al mundo sináptico de la creación
algunas preguntas creadoras: ¿cómo habrá sido el nacimiento de este niño? ¿cómo
habrán sido sus primeros días? ¿Cómo habría sido la vida de su madre, de su familia,
de su pueblo? ¿Qué habría pasado cuando llegó a la escuela? ¿Cómo? ¿Qué? ¿Cuándo?
Las respuestas a estas preguntas llevaron a nuestro amigo narrador a intrincarse
en lo recóndito de la imaginación y la creatividad, y construir una explicación
novelada de la historia del niño azul y le bautizó a su creación con el nombre
natural de “Azul”.
Esta
novela corta, es el último trabajo de Gamonal y en ella, al igual que en sus
relatos y en sus cuentos anteriores, aparece magistralmente el narrador. Pero no
el narrador complejo, elitista y rebuscado, sino más bien el narrador fluido, el
mismo narrador de las conversaciones ocasionales, de los viajes festivos, del
trato amical. Pero esta vez le acompaña no solo el don de narrador, sino que
asistimos a darle la bienvenida al creador. Al mismo que mezclando allá y acá,
tomando los nombres de sus conocidos y atribuyéndoles características de otros para
ir construyendo personajes: Estela, la madre de Azul; Don Afranio, el padrastro
de Azul, que podría decirse son los personajes principales. En torno a ellos un
mosaico común de personajes, los propios de un pueblo rural (del cual no nos
dice el nombre), con sus calles únicas y polvorientas, con su escuela tan acogedora
como compleja, con su abandono y sus aspiraciones.
El
narrador va contando la historia de azul, en los pasos que han ido configurando
su presencia y su actuación y lo hace desde la mirada del que ve los
acontecimientos de cerca, por momentos se introduce en la historia con
sentencias y aclaraciones; sí, también con opiniones. Con su texto va contando
la historia de un personaje, pero no deja de señalar algunos problemas a manera
de denuncia. No. No es denuncia política ni social. Es pedagogía, es enumerar
mediante el transito cotidiano de la vida de Azul esas cosas que muestran las
carencias, el sufrimiento, las contradicciones y las aspiraciones del poblador común.
De este poblador del cual él creador se ha nutrido durante su vida como maestro
rural y como funcionario de educación y que le ha enseñado que hay temas en los
que nadie es responsable absoluto y todos somos responsables condicionales.
Hay
más. Azul nos muestra la tragedia de nuestra escuela, más evidente aún, cuando
se trata de educar en la diferencia, de atender la diversidad. Nuestro
desconocimiento de las distintas realidades de los estudiantes, de sus saberes,
de su historia. Gamonal lo recogió de un maestro y lo comparte con los demás:
maestros, padres, sociedad, autoridades, invitándonos a mirar esta realidad y
buscar transformarla con políticas, pero sobre todo con actuaciones. Azul, puede
ser cualquiera de nuestros estudiantes y sus maestros podremos ser también cualquiera
de nosotros ¿cuánto sabríamos de Azul, de su enfermedad? Ayuda mucho darle amor
(que es básico) pero también podemos hacer más, ser curiosos y buscar
explicaciones y prever consecuencias. Ponernos en el lugar del otro antes que
sean los efectos de su enfermedad los que nos enrostre lo poco precavidos que estábamos
respecto a ellos. Pero Azul, como todos los niños que atiende nuestra escuela,
son también ese gancho al corazón que necesitamos para acudir a nuestra
humanidad.
He
querido escribir estas líneas para saludar al creador y al narrador, que nos
regalan este hermoso texto. Auguro que se vendrán otros trabajos en los que irá
madurando literariamente cada vez más. Solo me queda decirle amigo, que va por
buen camino. A los que me lean, les recomiendo adquirir este nuevo libro de la
literatura ayavaquina: deléitelo, compártanlo y critíquenlo, Nuestra narrativa requiere
de ello para ir creciendo y adquiriendo forma propia. Siendo así los invito a subirse a este viaje
con Segundo Gamonal y preparen el oído para una excelente narración.