Por Hector Manolo Gonza Rivera
El colega José Cosmer
Sánchez Troncos (Ayavaca 1974), debo agregar con mucho orgullo, paisano y
amigo, ha publicado recientemente su último libro “La Chepa Santos, Una leyenda
perdida en el tiempo”. Con el sello de
la editorial Luna Negra y en una impresión de lujo nos llega gracias a la
pluma, el talento y la acuciosidad del autor, esta historia que no es sólo historia,
y este relato que no es sólo relato. Es el relato de la historia olvidada de
nuestro pueblo y su gente, es la historia de aquellos que nunca tuvieron un espacio
en ella; y he ahí el gran mérito del investigador, escritor y maestro.
He leído con
bastante interés el trabajo propuesto por el ayavaquino y me adhiero firmemente
a lo dicho por Javier Vílchez Juárez, cuando señala “que no existe una formula
exacta para escribir… y que muchos autores se inclinan cada vez más por la
elaboración de textos híbridos, que lógicamente, resulta difícil clasificar en
el marco de los considerados géneros literarios clásicos”. Es que el texto de
Cosmer Sánchez es eso, es un texto híbrido. Es un texto sintético de tres áreas:
el investigador, el escritor y el maestro. Permítanme en estas líneas aportar precisamente
a estas tres características que hay en Cosmer Sánchez, pero que están presentes
en muchos colegas maestros y cuyo reflejo de sus obras muestra esta hibridez a
nivel de géneros literarios.
La chepa Santos
es la historia rescatada de una valiente y sencilla mujer, que fue pieza
fundamental para el logro de la delimitación de las históricas comunidades
campesinas de Catacaos y Sechura y que hoy son los territorios de la Provincia
de Sechura y del distrito de Catacaos, cuyo punto de encuentro es precisamente
el distrito de la Unión, distrito en el cual, es necesario decirlo, trabaja el escritor
e investigador Cosmer Sánchez. En la
historia que se nos comparte, se pone en evidencia no solo el trajinar de los
pueblos, que oficialmente han sido olvidados, sino también de una mujer que
asume un liderazgo fundamental para estos mismos pueblos. Combatiendo así, no
solo contra el olvido y la segregación a los pobres, indios y cholos, sino
además contra la histórica segregación de la mujer a causa del machismo y las estructuras
patriarcales que aún son dominantes en la ciencia y en la política. Comer Sánchez aporta así a dos discusiones no
agotadas en nuestra región y en nuestro país. El camino (método) para buscar en
el pasado se refleja íntegramente en el texto de Cosmer, y ahí es donde surge
la investigación: la búsqueda en fuentes orales y escritas, la conversación y
la intuición para rastrear en frases y en la memoria colectiva los datos que
vayan configurando el hecho histórico, ubicándolos en un tiempo y en un espacio
definidos, no dejando duda de la existencia de dicho personaje. Emerge de esta
Manera la Chepa Santos, en una frase del himno local, en una estatua (mal diseñada
y peor concebida), en la memoria de Dionisio Pingo y en los recursos
presentados en las Cortes y Municipios de las primeras décadas del siglo XX.
Otro ayavaquino,
el investigador Raúl Zevallos decía en uno de sus escritos a propósito de la
identidad ayavaquina, “trataremos de usar
con rigor las armas de la razón, pero sin renunciar al auxilio de la
imaginación y la intuición” y precisamente en sintonía con este pensamiento es que Cosmer Sánchez no sólo nos ubica en el
espacio y el tiempo (categorías propias de la historia) el personaje y el
hecho; sino que, además recurre a la imaginación para darnos una imagen más humana,
más real, más cercana de quien era Josefa Santos, de cómo habría sido un día
de su vida. De esa vida rural entre la ramada y el mundo de la agricultura, el
comercio y la pesca. Presentarnos aquella imagen de la chichería que era, no sólo
el espacio para el deleite de buenos potajes como el cebiche y los chilcanos, sino,
además el espacio de encuentro, de conversación, de difusión de ideas. Ahí, a
la sombra de un algarrobo, al calor del sol piurano y a la frescura de la
chicha y el clarito. Así nos muestra a
una mujer que es tan común como cualquiera y tan trascendental como todas.
La Chepa Santos,
gracias a Cosmer toma un sitial en la Historia, pero a la vez Comer gracias a
la Chepa Santos nos da un ejemplo de lo que es un maestro investigador y
escritor, de estos que son los muchos que ocupan las escuelas rurales y urbanas
del Perú. Es que la hibridez del texto de Cosmer, no es Hibridez fofa ni
ausente de propósito, sino que refleja el itinerario de muchos maestros. Llegan
a un lugar y lo primero que hacen es empezar a preguntarse por qué de este
lugar, de un nombre, de su historia; para luego en las conversaciones y su
cercanía con el pueblo ir construyendo explicaciones. Estas explicaciones no se
quedan en la cabeza del maestro, sino que deben volver al mismo pueblo y he ahí
donde, además del dato, se requiere pensar en cómo hacerlo agradable para el
que lo va leer. Claro está, que como maestros cuando escribimos siempre
pensamos en nuestros estudiantes como los primeros lectores. El maestro investigador y narrador, no está inicialmente
preocupado por públicos enormes, por encabezados grandes o por la corriente
literaria de moda. Tiene un propósito
social (devolverle a la historia sus verdaderos protagonistas: una mujer, un
pueblo); tiene un propósito pedagógico (contribuir en la formación de sus
estudiantes haciéndolos sentir orgullosos de su raíz) y tiene un propósito literario
(usar las letras y las ideas como un vehículo de comunicación trascendental).
El maestro escritor investigador, es una especie que está ahí esperando que se
le reconozca, que se le impulse, que se le promueva. Cosmer Sánchez gracias a
la Chepa Santos, se muestra como el maestro escritor e investigador.
Lean la Chepa Santos. Es un texto agradable y de gran significación histórica.