viernes, 24 de mayo de 2024

EL DESAFÍO DE LA LECTURA Y LA ALEGRÍA DE LA PUBLICACIÓN. Andrés Carrión y su regalo en mayo.

 

M

ayo es el mes más serrano de todos. Me justifico por tamaña e irreverente afirmación. En mayo el viaje del maíz ha llegado al producto del choclo y con ello, las humitas, el pepián y la sopa invaden con su aroma los hogares ayabaquinos. El anís, perfuma los campos verdes de esta tierra y la gente agradece las últimas aguas que acompañan al crecimiento de las arvejas, el trigo y las habas.  En mayo el frío nos exige la multicoloridad de los ponchos y es el tiempo para el peregrinaje de una virgen andina que busca la hospitalidad serrana, tan bien dibujada por Juan María Merino Vigil[i].  En mayo, los versos de Florencio de la Sierra retumban en nuestra mente y henchían el pecho de orgullo al canto de que “…somos raza ayabaquina/ flor de fuego que al pie del enhiesto Yantuma/ tiene grabada su gloria/ con un solo grito de sangre[ii]… Nos sentimos más serranos que nunca.

Así, que no hay mejor fecha, que esta, para poder presentar algunas ideas, a manera de comentario amigo, sobre la aparición del libro hermano, transeúnte y trascedente de Andrés Carrión Cueva; y con el pretexto del mismo, proponer algunas divagaciones en torno a la lectura, la educación y la publicación literaria. Vengo para ello, acompañado de las voces de nuestros antecesores literarios, de la solidaridad de los nuevos creadores, el auxilio de la investigación y los anhelos de un pueblo. Ahí, donde la mano de uno no alcance, el brazo solidario del otro, estoy seguro, vendrá en su ayuda.

Cuando Andrés me pidió que le acompañe en la presentación de su libro el cual ha intitulado meditativamente como “Más allá del silencio”, me vinieron una serie de ideas e incertidumbres que pudiera comentar. Pensé que hablar sobre las construcciones literarias del autor bastarían, pues de por sí, es un trabajo que logra expresar con claridad los significados y significantes más profundos y adecuados. Pensé en hablar del poeta, pues la amistad y el trajinar en proyectos literarios y académicos me ha permitido conocerle cada día un poco más y valorar su calidad y vitalidad. Pero creo que sería incompleta la reflexión si no se profundiza, también, en el contexto que rodea a la relación autor-obra. Así que permítanme, antes de decir cosa alguna sobre Andrés Carrión y su libro, conversar sobre dos temas que me parecen necesarios. 1) La problemática de la lectura como actividad importante y 2) la tragedia de la publicación literaria a la que se enfrentan los creadores.

La lectura, sobra decirlo, es fundamental para el crecimiento de los pueblos porque es la puerta de ingreso al conocimiento; y en una era donde el conocimiento es el principal capital, se convierte en urgente abordar una reflexión en torno a la lectura y la comprensión lectora; no solo en la escuela, sino también en la comunidad y en la sociedad. La investigadora argentina, Emilia Ferreiro, propone que tres son las justificaciones para entender la importancia de la lectura. La primera es que el mundo contemporáneo exige niveles cada vez más complejos de alfabetización, de letrerización. La tecnología demanda lectores capaces de saber buscar, seleccionar y descifrar información. Segundo, que el mundo laboral requiere procedimientos de acceso a la información para enfrentarse a los quehaceres en la fábrica, en el negocio, en la oficina; y ello exige enfrentarse de manera cada vez más compleja a diversos textos y sus nuevos formatos. Y tercero la democracia misma, como sistema, exige una mayor cultura de lectura, no puede existir democracia sino hay niveles avanzados de criticidad producto de la lectura reflexiva[i]. Aquí uso palabras de Enrique Dussel[ii] a mi conveniencia, si no hay una “potentia” lectora, siempre habrá una “potesta” abusiva. Desde esa perspectiva las sociedades que más procesos de lectura y alfabetización desarrollen, usando palabras de Juan Carlos Tedesco, más condiciones tendrán para enfrentarse a esta era del conocimiento[iii].

Sin embargo, la realidad dista de tal ideal. No voy a poner énfasis en datos cuantitativos, sino que haciendo caso a un amigo común con Antoine de Saint-Exupéry, miraré las cualidades por encima del número frio. Sé que andamos mal en lectura porque las bibliotecas escolares y municipales están abandonadas, lo sé, porque hace años que no hay presupuestos destinados a la compra de libros (en ningún nivel de gobierno). Lo sé porque la cultura lectora de nuestra comunidad es mínima, ¿cuántos habrán leído últimamente un libro? ¿en la última semana? ¿En el último mes? ¿en el último año? y adelantándome a otro tema ¿Cuántos habrán comprado últimamente un libro? O ¿regalado un libro?

Em la escuela, tampoco estamos haciendo bien las cosas (y digo estamos porque soy maestro y formo parte de la escuela), nos negamos a transitar hacia nuevas formas y concepciones epistemológicas de la forma cómo se enseña la lectura y la escritura. Somos un magisterio con pocas capacidades de lectura desarrolladas y somos un sistema educativo que se contradice entre el enunciado de una educación de calidad con la pobreza en el acompañamiento para la revaloración docente.  Con toda esta realidad surgen una serie de desafíos, desafíos que no abordaré en estas líneas, pero están latentes para todos aquellos que queramos asumirlos.

Y con todo, existe la demanda y la aspiración de que las cosas pueden ser mejores, de que esta realidad pueda cambiar. Es, el pesimismo optimista que nos enseñó José Carlos Mariátegui[iv]. Existen aun estoicos quiméricos, que contra todo pronóstico escriben, y más aún contra toda tempestad publican. Publicar un libro en el Perú y siendo mas exactos en Ayabaca, lo dije hace años comentando la aparición de un libro de Wilder Jaramillo, es todo un lujo, es robarse así mismo el presupuesto para imprimir. La recompensa, es esa satisfacción personal, que debe estar sintiendo Andrés Carrión Cueva en este momento, y es, además, más allá de la banalidad, la trascendencia de saber que estamos aportando algo a la lectura y que con ello contribuimos al desarrollo de nuestra tierra.

Andrés Carrión, hoy nos ofrenda este trabajo que ya no es solo suyo, sino que en primer lugar lo acogemos como nuestro, las diversas comunidades de las cuales forma parte el escritor. Es de su familia, por que su familia está presente es sus versos y tuvo la paciencia de acompañarle en su deseo de escribir y luego publicar. Es de sus amigos de la AA, pues la fuerza que inspira en la solidaridad de grupo, es la misma fuerza que se vislumbra en las metáforas que propone en el libro. Es del Colectivo Cultural Ayawaka, pues la iniciativa latente de su romance es producto de la conversación permanente, el trato agradable y la iniciativa ciudadana. Es, del Círculo Literario Letras y Voces ayabaquinas, pues nos sentimos orgullosos del crecimiento de cada uno de nuestros miembros y creemos, como lo decía en Anne Marie Hocquenghem, señalando la dualidad andina, que en el equilibrio de la iniciativa individual y la responsabilidad colectiva está la clave del progreso[v].

Este libro es también de Ayabaca porque sabemos de su amor a su tierra, a su patrimonio, a su paisaje y a su tradición.  Este libro, es también, de la comunidad literaria histórica de Ayabaca pues es un peldaño más en el trajinar lirico que hemos rastreado hasta los poetas del centenario: Juan Luis Velásquez, Florencio de la Sierra, Juan María Merino Vigil, es la continuación de las propuestas de Marco Tulio Timoteo Paz, Carlos Rentería Gil y Gilberto Vegas Núñez. Es una voz más del conjunto de poetas contemporáneos como Efraín Ríos, Félix Carmen, Orfelinda Calle, Renee Culquicondor, Jacky Han Ríos, Jorge Córdova, Sandra Abad, Alfredo Flores, Evelin Salvador, María Mulatillo, Joel Ruiz, Diego Torres, Ana Gutiérrez, Yeylli Rivera, por solo señalar representantes líricos.

En la poesía, Andrés Carrión Cueva, es el ejemplo más eficaz para demostrar que el amor no se acaba. No hay fecha de caducidad: para sentir con todos los poros el deseo por una mujer, para imaginar con cada neurona un mundo mejor, para transformar con cada experiencia al ser humano que somos. En este poemario, (hablando de su obra; más que del poeta) el hombre nos regala su experiencia vivida, transformada en versos, estrofas y poemas. Canciones del alma.

El poeta está enamorado, insiste en sus versos que le den cariño “como lo insiste un niño/ cuando requiere de amor”. Pero también está agradecido por las cosas buenas y por aquellas postergadas. Es el caminar diario que va surgiendo transparente en la escritura. Andrés es un poeta transparente, por ello es que su poemario más que un trabajo académico, es un trabajo, absolutamente literario; es, sobre todo, un testimonio de vida.

Y como testimonio de vida, Andrés es un sujeto polémico y polémica es su poesía; es romántico y romántica es su poesía; es avezado, como “musico poeta y loco” y avezada es su poesía. En el reclamo diario por una mejor sociedad, en la búsqueda del beso de la amada, en la añoranza de su tierra y en sus buenos deseos para los suyos, el bardo es original y confirma lo manifestado por el español Gabriel Celaya[vi], que cree que “la poesía es un arma cargada de futuro”.

Los que conocemos a Andrés sabemos de su batallar y entendemos que la poesía se haya convertido en su refugio ideal para trascender. En este refugio encontró que los hilos de las letras tocan las fibras del alma y con ello se convirtió en un amante de la poesía. Estoy seguro que la publicación de este libro constituye u acontecer fundamental en la lírica ayabaquina y de la región Piura y es más que nada un ejemplo de constancia y sobriedad vital.

Finalmente, debo decir que el trabajo de Andrés sigue estando incompleto. Y no está incompleto porque él no haya hecho un esfuerzo gigante por dar lo mejor de sí. Esta incompleto porque un libro se complementa cuando el autor dialoga con el lector y el lector es el intermediario con el sujeto que lee.  La primera parte ya está, Andrés ha escrito y luego ha publicado. Ahora nos toca a nosotros leer y comprender los mensajes puestos en líneas infinitas y versadas cariñosamente. Emilia Ferreiro, de quien estamos abusando en este comentario, tiene una cita muy hermosa respecto al libro, ella dice:

“Un libro es un objeto en busca de un lector, y no puede realizarse como objeto cultural hasta que no encuentra un lector. Ese lector es muy mal caracterizado cuando se lo define simplemente como un cliente. Se puede comprar una colección de libros para exhibirlos en la sala de recepción de la casa o en el estudio profesional. Esos libros siguen siendo objetos incompletos: bibelots sin intérpretes. El libro se completa cuando encuentra un lector-intérprete (y se convierte en patrimonio cultural cuando encuentra una comunidad de lectores-intérpretes)” (Ferreiro, 2007, p. 5)

Agradecer al poeta, por la oportunidad de compartir estas ideas, de presentar su libro y, sobre todo, de desearle los mejores éxitos en los demás trabajos que vendrán.

Ayabaca, 09 de mayo de 2024



[i] Ferreiro, Emilia (2007) leer y escribir en un mundo cambiante. Conferencia expuesta en las Sesiones Plenarias del 26 Congreso de la Unión Internacional de Editores. CINVESTAV-México.

[ii] Dussel, Enrique (2006). 20 tesis de política. CREFAL, S.XXI, México

[iii] Tedesco, Juan Carlos (2000). Educar en la sociedad del conocimiento. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

[iv] Mariátegui, José Carlos (1925). Publicado en Mundial y posteriormente recogido en El Alma Matinal.

[v] Hocquenghem, Anne Marie (1999). Para vencer la muerte. Piura y Tumbes. Raíces en el bosque seco y en la selva alta -Horizontes en el Pacífico y en la Amazonia CNRS/ IFEA/INCAH, 1999 (2o edición), Lima.

[vi] Celaya, Gabriel (1955), poema tomado del libro Cantos Iberos.



[i] Merino Vigil, Juan María (1948). El Elogio de la Hospitalidad, carta publicada por Kurt Beer, quien fuera el destinatario de la misiva.

[ii] Florencio de la Sierra (1951). Yantuma, poema tomado del libro Aúllan los perros. Ediciones Flocklore.

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