Cuéntame un cuento, sonó la
voz de Leticia, dirigiéndose a su padre. ¿Un cuento? Pensó éste. Y por primera
vez en su vida reconoció que nunca había sido bueno narrando cuentos. Podía
contar un chiste, granjear una broma a sus colegas de escuela. Podría, quizá,
hasta ser gracioso con gestos exagerados. Pero nunca había contado un cuento.
Cuéntame un cuento, repitió la niña, esta vez ya un poco insistente. Veamos,
dijo el padre, Te voy a narrar una historia que cuenta la gente de la frontera
de Ayavaca, sobre la historia del Palo Santo y otros árboles que un día se
encontraron con Dios, Empieza papá, empieza, dijo la niña y se acomodó en la
cama mirándolo fijamente.
Cuentan que cierta vez Dios
salió de paseo, (empezó a narrar, intentando dar la impresión que sabía lo que
decía) vestido de mendigo y sin poderes, pues siempre los dejaba en casa cuando
salía a caminar por la tierra. Mientras paseaba cerca de un bosque notó que
alguien lo espiaba, lo cual le preocupó mucho, pues sin poderes estaba
indefenso. Estando en estos pensamientos vio que el diablo, que era quien le
observaba, le empezaba a perseguir. Dios notó las intenciones de su eterno
enemigo y se puso a correr a campo abierto. No nos imaginamos que sucedería si
el diablo lo alcanzaba. Corría, corría y corría, ahora hacia abajo, ahora por aquella
cuesta y ahora por la ladera. Ya estaba cerca el diablo, ya estaba a un paso,
Dios corría y ya el diablo estaba nuevamente lejos, o nuevamente cerca, pero
ellos corrían y corrían.
Cansado, Dios, se detuvo
frente a un árbol y le dijo, Por favor ayúdame, escóndeme entre tu tronco porque
el maligno viene tras de mí. El árbol le mira. No tenía el suplicante, facha de
alguien importante y de manera despectiva le contestó, Vete, no ves acaso que
espantas los admiradores que tengo, todos quieren estar junto a mí, seguramente
lo de tu enemigo es un pretexto, vete.
Dios maldijo al árbol
diciéndole, Desde hoy en adelante ni las serpientes se te acercarán, todos buscarán
alejarse de ti, pues tendrás tantas espinas que serás un peligro. Dicho esto,
el árbol quedó todo cubierto de espinas. Faique, es el nombre con el que hoy se
conoce a este árbol.
Seguía Dios corriendo, pues el
diablo ya lo alcanzaba, vio otro árbol de una cabellera hermosa y fina. Corrió
hasta él y le suplicó que lo escondiera, que le diera un espacio para
guarecerse, mas este, el árbol de cabellera hermosa le dijo todo molesto, No
tengo espacio, en este lugar sólo entro
yo solo y no puedo compartirlo, vete,
vete.
Dios sólo tuvo tiempo para
decirle, Si sufres por espacio más gordo te pondrás y ni tú mismo entrarás en
ti, así que reventarás. Dicho esto, siguió corriendo. El nombre de este árbol
de cabellera hermosa y formas redondeadas, es Ceibo.
Cansados, ambos corrían sin rumbo fijo, sólo corrían. Uno por escapar y el otro por
vengarse de siglos de enemistad. Dios vio un último árbol al borde de un
precipicio y creyó que quizás lo trataría igual que los demás, por lo que dudó
en pedir ayuda, mas antes de abrir la boca para pedir auxilio, el árbol, al
darse cuenta del peligro se abrió en dos partes y permitió que Dios entrara en
él y se escondiera. En un segundo, Dios desapareció de la vista del diablo.
Sorprendido más que molesto se retiró refunfuñando y amenazando quién sabe qué cosas.
Luego de un tiempo, bastante
tiempo, el árbol se abrió nuevamente y Dios salió de su escondite. Miró al
árbol y lo bendijo diciéndole, Palo Santo serás, pues tienes el olor de Dios y
todos desearan estar cerca de ti ya que tu fragancia les dará paz. Este árbol
se conoce hoy en día como Palo Santo. Esta es pues la historia de este árbol y
de los otros que no quisieron ayudar a Dios.
La niña había escuchado
atentamente, la historia de su padre, es más al final ni siquiera interrumpió
con sus preguntas. Finalmente dijo algo, Papá si Dios dejó sus poderes en casa,
¿cómo es que pudo convertir a los árboles?
El padre pensó nuevamente. Haber
pasado la prueba del cuento era bastante y ahora estaba en una encrucijada de
la filosofía.
Bueno, dijo, lo que pasa es
que Dios no tenía poderes, pero estaba viviendo en un cuento y los cuentos
siempre serán poderosos.
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