miércoles, 20 de mayo de 2020

LA COLLONA, EL ENCANTADO Y LOS HOMBRES DE MALOS PENSAMIENTOS

En la Comunidad Campesina de Chocán, entre los caseríos de Tablas y Huachuma se encuentra una hermosa construcción de piedra sobre la entrada de una cueva, la cual es conocida por los lugareños con el nombre de Collona. Sobre ella se han elaborado una serie de relatos fantásticos, de encantamientos, de desaparecidos, de aparecidos y de hechizos. Hay quienes dicen que al penetrar en ella encontraríamos un mundo maravilloso hecho de oro y plata. Otros, creen que es un túnel que comunica con Quito, Cusco o Cajamarca.
Se cree también, que antes la Collona servía para guardar alimentos y a la vez de predicción sobre las cosechas de cada año.  Arrojando algunos granos hacia el interior de la cueva y si estos hacen un sonido suave y prolongado sabremos que el año va a ser muy bueno, por el contrario, si el sonido es seco y corto, el año va a ser malo y la gente se tiene que preparar.
Cuenta la tradición que cierta vez un muchacho más o menos de catorce o quince años (los que refirieron esta historia no alcanzan a ponerse de acuerdo) estaba jugando en un plan cerca a la Collona. Se sabía que esa parte del cerro es brava, pues muchos animales ya se habían perdido o muerto cerca y más de un poblador, algo despistado en las tardes de neblina, aseguraban haber escuchado silbidos, voces y llamados. Pero el muchacho, que no tenía tanta edad para tomar las cosas en serio, ni la poca edad como para tener miedo, aun conocedor de lo que venimos conversando no hizo caso y se acercaba cada vez más, conforme su pelota le iba atrayendo a la construcción de piedra.
Dicen, que unos señores que estaban por ahí cosechando frejoles (por lo que suponemos esto se dio en el mes de julio o agosto cuando los laberintos de nudillo van perdiendo su forma y hacen visibles senderos enmarañados) testimoniaron que hasta eso de las cinco de la tarde el muchacho estaba jugando por ahí. Cuando ya la noche entraba y un viento extraño les acarició fríamente, había desaparecido. Entre ellos conversaron las posibilidades que se haya cansado y se fue a su casa; otros pensaron que estaba escondido o detrás de un monte, sólo uno atinó a proponer en forma de broma, que quizá la Collona habría tapiado al muchacho; pero entre la poca sorpresa y el mucho cansancio de los hombres, el tema quedó ahí.
La familia, por su parte, habría comentado que ese día el muchacho no regresó a su casa. Que había salido temprano a mudar unos burros y que nadie le extrañó al almuerzo, pues se llevó unas tortillas con queso de fiambre. Tampoco les hizo raro que hasta eso de las ocho de la noche no regresara, sabían ellos, que le gustaba quedarse jugando hasta tarde. A eso de las diez de la noche la preguntadera con ira y poco a poco la preguntadera con temor, alarmó a todo el pueblo. Algo malo le había pasado. Ese día no regresó a su casa y lo mismo por muchos días más. Nadie supo que había pasado, quizá se fue al Ecuador, quizá se fue a la costa, las posibilidades eran una larga lista de Quizás.
Al siguiente verano (o quizá unos cuantos veranos después) un grupo de niños que estaban jugando cerca de la Collona afirmaron que vieron a un joven todo desgreñado y sucio que salía de la cueva y se sentaba sobre unas piedras a tomar el sol. Se abrigaba. Luego si escuchaba algún ruido huía como un animal hacia el interior de la cueva. Los mismos datos le siguieron después: un hombre que había perdido un burro, unos enamorados que andaban buscado tranquilidad, huyeron despavoridos por la misma imagen. Poco a poco fue corriendo la idea que en la Collona los días martes y viernes de cada semana un encantando salía a tomar el sol y si alguien se acercaba tomaba el riesgo de irse con él y nunca más volver.
La familia del joven que, por supuesto nuca renunciaría a la posibilidad de rescatarlo, se empeñó en romper el encanto. Para ello acudieron a médicos de diversos lugares, uno lo llevó donde otro y el otro donde otro, hasta que en ese círculo llegaron donde uno, que extendiendo la baraja, comunicó que el encantado se trataba del muchacho antes perdido, que el encanto era de la Collona y que dentro había un entierro de gentiles que no se podía calcular la magnitud. En la mesada que posteriormente celebraron, agregó que él, si podía sacarlo, pero que para ello era necesario además de los implementos propios del rito; varas, espadas, artes y perfumes; una beta bendecida con agua de San Francisco y cuatro hombres de alma pura y buenos pensamientos que quisieran ayudar a romper el encantamiento.
Fue fácil de conseguir aquello de la beta bendita, más lo de los hombres era una cosa que siempre sería inquietante. Buscaron entre los amigos más fieles y buenos de la familia y otros que quisieran de todo corazón que el joven volviera a la casa. Una semana después el médico, algunos familiares y los cuatro hombres se dirigieron a la Collona a esperar que los primeros rayos del sol salieran a tentar al encantado la necesidad de abrigo. Cuando el sol calentó algo, a eso de las diez o quizá las once, vieron todos absortos que el encantado salió a una piedra y empezó a retozarse sobre ella. Descuidado, todo roto, el pelo tan grande como sus uñas y los ojos de un animal siempre acechantes y huidizos.
A la señal del médico, los hombres   de buen corazón se abalanzaron sobre el encantado. Alguien le lanzó la beta bendita y lo lacearon. Era un espectáculo desgarrador de gritos, bufidos, gruñidos, llantos; el desorden y el temor entremezclados con alegría y esperanza. Después de unos inmensos diez minutos de jaloneo y de una tenaz lucha de los hombres con el encantado y del médico con la sombra del cerro, pudieron domarlos.  El encantado cayó desmayado y los hombres aprovecharon para amarrarlo a un madero y al tiempo se turnaron para cargarlo y regresar a la casa. Los cantos, despachos y evocamientos del médico estaban dando resultado, le estaban arrancando al cerro una de sus víctimas.
Cuando ya estaban dando los primeros metros del regreso. La Collona, antes de piedra, empezó a tomar un matiz diferente. Fue asumiendo un brillo intenso, se estaba volviendo de oro cada piedra. Más todavía, la entrada de la cueva se amplió tanto que hacia su interior se pudo ver una ciudad maravillosa, era un pueblo construido en oro y plata, Los animales eran de oro y plata y se presentaba tan apetecible que el médico sólo alcanzó a decir a los hombres que cargaban al encantado, que cerraran los ojos.
Entonces todos cerraron los ojos. Pero la imaginación fue más grande. Cada quien se veía como un hombre rico, pensando en tener grandezas, los sentimientos y los pensamientos de los hombres cambiaron. Ya no querían ayudar al encantado, querían volver y tomar todo el oro y la plata que pudieran. El médico despachaba sus perfumes y peleaba.  A ratos sudaba frio y a ratos saltaba con sus varas de chonta. Golpeaba las espaldas de los cargadores y cerraba los ojos para evitar la aparición de la ciudad.  Ya estaban avanzando algo más y pese a los deseos de riqueza muchos se mantuvieron firmes.
Solo uno creyó que esta era la oportunidad de su vida y loco de avaricia soltó al encantado y corrió hasta donde las piedras de oro a querer coger algo para su fortuna. Esto fue suficiente para que el encantado despertara hiciera un esfuerzo no muy grande y como arte de magia quedó libre y su cuerpo fue atraído hasta la entrada de la cueva, que nuevamente se convertía en piedra. Esta vez la Collona no se cerró hasta que su viejo huésped el muchacho encantado estuviera dentro y además el nuevo huésped seria el hombre de espíritu débil y malos pensamientos que no pudo controlar su avaricia.
La gente regresó triste de la jornada y desde ese día han contado esta historia que no se sabe cuándo ocurrió, pero que de generación en generación ha llegado hasta nuestros días para dejarnos el mensaje que las fuerzas del cerro ponen a prueba la limpieza de nuestros espíritus y la calidad de nuestros pensamientos.

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1 comentario:

  1. La Collona supo que el hombre es débil. Por la avaricia muchos entran a esa cueva oscura que los encierra en mundos oscuros.
    Interesante historia mítica, que nos descubre el mundo de los creyentes.

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